¡Querer ni duele ni cuesta!… Cuando sabes a quién 💗

Nos mintieron, nos vendieron la moto. Nos dijeron que «quién bien te quiere, te hará sufrir«. Y una mierda. ¡Es todo mentira, no dejéis que os cuenten cuentos! Resulta que creemos que la montaña rusa emocional que sientes cuando estás en una relación problemática merece que la llamen amor. Me voy a revelar, voy a hacer una manifestación.

Siento ponerme visceral, pero me da verdadera rabia que se confunda la ansiedad, el miedo, los picos emocionales, el éxtasis… con querer a alguien.

La cosa es que existen otro tipo de relaciones, las de verdad:

Existen esos momentos en la vida en que miras a alguien a los ojos y no tienes ni miedo a que se vaya ni a que te destroce por dentro: simplemente sientes algo parecido a lo que se siente cuando estás tomando el sol sobre la hierba un domingo por la mañana. Hay personas que llegan a tu vida para saber a batido de frutas frescas, a agua fría en un día de verano, a tu helado favorito… a cosas que te hacen feliz.

Y cuando eso pasa, te sientes viva y tranquila, sin miedo a caer, sin miedo a no hacerlo, libre de decidir; y cuando eso pasa, una no puede dejarlo pasar sin más: a las personas que nos dan vida hay que cuidarlas, mantenerlas, disfrutarlas.

La gente sacamos diferentes facetas los unos de los otros. Y para explicarlo, me voy al yin-yang:

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El yin es lo malo, y el yang es lo bueno. Y dentro de cada parte, hay un poco de la otra. Así es la vida, así es vivir: para llegar al equilibrio se tiene que considerar la luz y la oscuridad, el día y la noche, el verano y el invierno; eso es el mundo real y su balance perfecto; eso es lo que crea las maravillas.

Así que, como ya habréis supuesto, nosotros tenemos esos elementos universales: en mí hay seguridad e inseguridad; hay libertad y miedo; hay amor y odio; hay alegría y tristeza, y eso es precisamente lo que tiene que ser: sin más, como la naturaleza quiere que sea. Sin embargo, hemos de tener claro qué fuerza antepuesta de todas las que tenemos queremos alimentar. Y de la misma manera sucede con las relaciones:

Cada persona que llega a nuestra vida nos propicia más el miedo o el amor, la seguridad o la inseguridad, la ilusión o la incertidumbre… Y deberíamos asegurarnos que nos metemos en la cama con alguien que propicia nuestro yang (lo bueno). No porque queramos la perfección, no porque esperemos que todo vaya a ser un cuento: el yang tiene dentro de sí un poco de yin, y así es como ha de ser.

Sin embargo, no es biológica y emocionalmente coherente que la persona con la que decidas compartir los puntos más profundos de tu intimidad alimente el caos que hay en ti. Y eso, a veces, sucede:

Dos personas se encuentran, cada una en un punto diferente de su vida, y todo lo que consiguen es malentenderse, dañarse, malgastar emociones. No es que ninguno de los dos sea el malo, es simple y sencillamente que queremos a los demás tal y como sabemos hacerlo, y hay situaciones vitales en que los intereses están desintonizados, en que sólo conseguiremos alimentar aquellas emociones que también forman parte de la naturaleza, pero que no es necesario estimular. Al menos no con las relaciones emocionales -llámalo amistad, familia, parejas…-; las relaciones emocionales son por naturaleza un regalo, una alegría, una fuente de energía positiva. Otra cosa es que nosotros decidamos mantenernos en las que son tóxicas, y decidamos confundir unas con otras.

Las relaciones emocionales son, en esencia, esa llamada de un amiga justo cuando lo necesitas, que el chico que acabas de conocer se divierta con aquellas partes de ti que a ti suele costarte aceptar, que tu madre y tu padre te sorprendan apoyándote en una decisión en la que creías que ibas a verte solo,…

La esencia de las relaciones emocionales es la hora de la comida en el trabajo con mis chicas; la aparición de mi Sari en el almacén justo cuando la estaba echando de menos, la sensación de conexión cósmica que siento cuando mi mejor amiga Aurora me dice que me quiere y que soy importante en su vida -y sus preciosos ojos azules-; el mensaje de Ylenia diciéndome que siente que tiene suerte por haberme conocido; el trabajo incansable de mi madre, mi padre nuevo y mis hermanos y cuñadas en aquellos dos meses infernales que viví al volver de Bélgica; los intentos de seriedad de ese chico genial que tengo la suerte de ver tanto últimamente, porque suelen acabar siempre en risa…

Y también son todo lo que yo les doy de vuelta, feliz y desinteresadamente.

Porque los quiero, porque me quieren, porque lo demuestran, porque fluye… Porque forman parte de mi yang y alimentan en mi lo más brillante: ¡Gracias!

Así que esto es lo que necesitaba contaros. Es una equivocación enorme pensar que quienes tenemos alrededor pueden no apreciarnos y aún así seguir manteniéndoles en nuestra vida. ¡Es un error catastrófico! Porque uno siempre acaba recibiendo energía de las personas que tiene alrededor. Es como la comida: lo que decidas comer es lo que va a recibir tu organismo; de la misma manera, lo que decidas aceptar de los demás es lo que va a teñir de un color u otro tus días en mayor o menor medida.

Busca que te quieran, que te acepten. Quédate con las personas cuya relación es como un intercambio de cromos en el patio del colegio: recíproco y excitante. Busca a quien quiere disfrutar de aquello que puedes ofrecer, porque, créeme, por probabilidad, hay miles de personas que serán felices con aquello que tú tienes y das, y eso es maravilloso.

Os quiero. Sed felices, y recordad que os estaré esperando en la siguiente entrada; sin alguien que las lea, mis comidas de tarro no son más que monólogos de una loca del c*ño cualquiera… vosotros también sois importantes. 💞

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Un besi de fresi 💓.

Publicado por Ani Now

Profesora de YOGA y TERAPEUTA HUMANISTA . Investigadora y amante de la parte más profunda y genuina de los seres humanos.

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